
Anoche imagine el mundo y vi una carrera.
Se encontraban grandes atletas con ropa deportiva de muy buena calidad y una mirada firme y en alto. Quizá les han enseñado desde niños a comportarse como unos triunfadores y se han acostumbrado a ganar, quizá solo pueden y lo hacen. Hablaban un idioma muy raro y aquellos que estaban atrás no lo entendían (los menos, los pobres que apenas tienen para un short y una camiseta negra y algunas rojas ya muy gastadas). De pronto comenzó la carrera y los competidores altos y bien parecidos (según el locutor de la carrera), estaban arrancando mucho más adelante que los pequeños de rojo y negro. Nadie dijo nada, ni siquiera los pobres de atrás, como si fuera algo que debe ser y como si las reglas de esta carrera no existieran. Un pobre parecía alcanzar las medias de un rico pero de pronto se acercó una persona y lo sacó de la pista. La carrera parecía tener como meta alcanzar a los altos atletas porque estos ni se esforzaban mucho por dar pasos enormes, con esas piernas bien alimentadas y blancas. La carrera es de los pobres, la carrera solo tiene reglas para los pobres.
De pronto uno de atrás pregunto a los de en frente, ¿dónde está la meta? y un obeso atleta le aventó una botella de agua. Todo siguió al mismo ritmo y sin problemas.
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